Hasta el pasado 13 de mayo, el número de personas fallecidas en la región Panamazónica (que comprende zonas de Brasil, Venezuela, Guyana Francesa, Guyana Inglesa, Surinam, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), alcanzaba los 4.490, mientras que los contagios confirmados ascendían a 54.252 -según la información obtenida de las autoridades de salud de cada país y que está siendo registrada y monitorizada por la Red Eclesiástica Panamazónica (REPAM), organización de la que formamos parte.
En este contexto, las grandes ciudades se están llevando la peor parte: metrópolis como Manaos, en Brasil, (1.800.000 habitantes; más de 4.000 contagios; y más de 620 muertos) o Iquitos, en Perú, (377.609 habitantes con más de 1.000 casos) están ya colapsadas y temen convertirse en la puerta de entrada del virus a los pueblos originarios, mucho más vulnerables y con menos recursos que sus ciudades vecinas.
Recientemente, hemos tenido la oportunidad de conversar virtualmente con parte del Equipo Itinerante de la REPAM, confinados actualmente en Iquitos desde el 14 de marzo, para conocer de primera mano cómo están y cómo enfrentan las comunidades indígenas esta crisis del Covid. Aunque la situación difiere dependiendo de cada zona, hemos podido comprobar que hay un sentir común que se hace oír desde todos los puntos cardinales de la Panamazonía: que la ayuda no acaba de llegar a todas partes.
El pulmón del mundo está en una búsqueda desesperada de este elemento químico para poder atender a las personas enfermas Covid. “El producto más buscado, el oro, es el oxígeno. Estamos desesperados por comprarlo”, comenta Pati Blasco del Vicariato San José del Amazonas, situado en la triple frontera de Brasil, Colombia y Ecuador. También existe escasez en las grandes ciudades, “los hospitales de Iquitos -ciudad solo accesible por vía aérea y fluvial- están completamente saturados, llenos de personas enfermas y con necesidad de oxígeno”, cuenta Óscar González, miembro del Equipo.
Además, faltan medicamentos tan básicos como el paracetamol, apenas hay equipos de protección para personal sanitario y no hay tests de detección del coronavirus. A la escasez se suma el encarecimiento de los precios de todos aquellos materiales y medicamentos que se usan en el tratamiento del Covid. Ante esta situación, el compromiso de los distintos vicariatos y la solidaridad del pueblo están siendo fundamental para poder comprar material como bombonas de oxígeno o ecógrafos. Es el caso, por ejemplo, del Vicariato Apostólico de Iquitos que, en apenas unos días, consiguió recaudar fondos para adquirir dos plantas de oxígeno, medicinas y materiales de bioseguridad. Aún así, el desabastecimiento es un problema generalizado que acusa la Amazonía.
La situación actual, tal y como denuncian desde el Equipo Itinerante, es el reflejo de décadas de falta de inversión y abandono por parte de las autoridades. “Los recursos van para las grandes ciudades. Nosotros ya estábamos aquí con brotes de dengue y malaria. Este virus es un altavoz de la problemática que hay aquí”, afirma Eugenia Lloris.
Tanto es así que desde la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) han denunciado al gobierno del Perú ante la ONU y la Organización de Estados Americanos (OEA) por la desatención y la discriminación a múltiple niveles que podría desencadenar un etnocidio en la región. Es un temor expresado por Laura Valtorta, que se encuentra en la triple frontera peruana de Tabatinga-Leticia-Santa Rosa: “aquí el porcentaje de contagio es mayor que en España o Italia. El virus está corriendo muy rápido, en tres días los casos han pasado de 240 a 800 y no hay posibilidad de cura. Existe el temor de ser aniquilados”. Ante un virus de propagación tan rápida, sin recursos y en lugares de difícil acceso, la curva de contagios y fallecimientos está ahora mismo en fase de crecimiento exponencial sin saber cuándo y cómo se podrá aplanar.
Otra problemática que apuntan desde el Equipo Itinerante es la movilidad de miles de personas indígenas que están retornando a sus comunidades forzados por la falta de ingresos que esta crisis del Covid está provocando. Pati Blasco contaba que, desde Lima, personas indígenas están saliendo a pie hacia sus comunidades, aumentando las posibilidades de contagio: “lo hacen a escondidas, porque está prohibido el tránsito. Pero es gente que vive al día, salen por hambre”.
Con tal de prevenir posibles contagios, desde el Vicariato de Jaén, situado en plena selva amazónica peruana haciendo frontera con Ecuador, han levantado centros de aislamiento sanitario para que las personas en tránsito puedan hacer cuarentena antes de regresar a sus comunidades.
Brasil, el epicentro del Covid en América Latina
Con más de 12.400 muertes y 179.000 contagios, Brasil se ha convertido en el epicentro del coronavirus en América Latina y en el sexto país del mundo con mayor incidencia del virus. En este contexto, la Amazonía brasileña presenta una de las tasas de mortalidad más altas del país, pero solo unos pocos municipios cumplen con los requisitos mínimos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en número de camas y UCIs por habitante (10 camas de UCI por cada 100.000 habitantes). Una situación alarmante recientemente denunciada por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil mediante este comunicado.
Desde el Equipo Itinerante denuncian que el Gobierno brasileño sigue priorizando las cuestiones económicas. “Los estados son abandonados, el pueblo está abandonado a sí mismo”, y añaden, “están pensando en ganar las elecciones de 2.022”.
“Tenemos que comenzar a pensar globalmente”, dice Eugenia. “¿Qué nos está queriendo decir esta pandemia a todos nosotros? Que estamos conectados. Si la Amazonía ofrece oxígeno a todo el Planeta, si nos quedamos sin respirar, el mundo se ahogará”.