Juana Francisca Urbina vive en el departamento del Yoro, Honduras, a orillas del río Tepemechín. Panchita, como la llaman su gente más cercana, es vicepresidenta del Consejo Tribal y defensora de los recursos naturales y trabaja mano con mano con el Equipo de Reflexión y Comunicación (ERIC) en un proceso de articulación comunitaria para reforzar el trabajo de incidencia y de defensa de Derechos Humanos y del Medio Ambiente.
El ERIC lleva más de 40 años trabajando en Honduras para que no se vulneren los derechos humanos de las comunidades de zonas rurales del país centroamericano.
¿Qué papel jugáis las mujeres en la defensa del territorio?
Las mujeres indígenas hemos tenido muchas dificultades para tomar parte en la defensa de nuestras comunidades. Para comenzar no teníamos conocimientos, pero al ver cómo han entrado a nuestro territorio con maquinaria para excavar la tierra hemos tenido que reaccionar para defender y dar a conocer la realidad de nuestros pueblos originarios. Nosotras hemos tenido la oportunidad de ver cómo crecen los árboles, cómo se reproducen los animales, pero si no luchamos y no alzamos la voz como mujeres, ¿qué será lo que van a heredar nuestras hijas e hijos? Por eso desde hemos dado un paso adelante para participar en la lucha para proteger nuestros recursos naturales.
¿Cómo repercute vuestro activismo en vuestras vidas?
Pasamos momentos muy difíciles por las amenazas que sufrimos. Además está la discriminación hacia las mujeres indígenas que nos niega el derecho a defender nuestra tierra, a manifestarnos, el derecho a la salud y a tener una buena educación. En Honduras el sistema sanitario no atiende a las comunidades indígenas. En los territorios no hay centros de salud suficientes y cuando vamos hasta allá sufrimos la discriminación por no tener recursos económicos. En los años 90 (del siglo XX) las mujeres daban a luz en sus casas. Ahora el gobierno no reconoce a las parteras y comadronas para que puedan asistir a las mujeres en las comunidades. Las distancias son grandes y es difícil trasladarse cuando llega el momento del parto. Nos obligan a parir fuera de nuestras casas, pero no nos ayudan. Los centros de salud están lejos, no hay carreteras y cuando una llega no hay personal preparado para atender a las mujeres primerizas o a las que tienen alguna dificultad. Entonces solo les queda ir a un hospital de pago y no tienen dinero con qué pagar. Por todo esto es importante que los pueblos originarios volvamos a retomar las costumbres ancestrales que nos pueden ayudar en nuestro día a día.
¿Qué retos destacas en tu día a día como defensora del territorio?
Hay leyes, pero no se cumplen y no se persigue a quienes destruyen nuestra tierra y atentan contra la vida del pueblo entero. El reto que nos queda ante esta situación es seguir encontrando aliadas. Yo estoy pasando dificultades, como cada una de las compañeras, pero ver a otras defensoras me da fuerza para continuar.
Las defensoras del territorio no le hacemos daño a nadie y queremos que haya justicia. Esa es la realidad que estamos viviendo. Aún queda mucho por hacer.