¿Por qué es necesario defender el territorio?
Para mi pueblo el territorio es un ser sagrado que forma parte de nuestra vida, así que de la misma manera que amamos la vida, la defendemos. Eso significa que no la ponemos en venta por lo que las defensoras nos vemos obligadas a enfrentarnos a los poderes del estado que son machistas, coloniales y extractivistas.
Defendemos nuestra cultura, nuestra cosmovisión, porque se trata del lugar donde vivieron nuestros ancestros y porque su defensa significa proteger la vida y defender nuestro cuerpo.
¿Qué riesgos implica esta lucha para las mujeres?
Nos cuesta la vida y al mismo tiempo estamos exponiendo a nuestras hijas a nuestros nietos. Queremos dejarles un futuro esperanzador para que también puedan vivir de la madre naturaleza al igual que otras especies. El bosque y el agua no nos necesitan, pero nosotras a ellos sí, por esa razón debemos cuidar el planeta, salvaguardarlo y protegerlo. Y al igual que las semillas originarias somos nosotras, las mujeres indígenas, las productoras y dadoras de vida.
El gobierno cada vez vulnera más los derechos de los pueblos originarios aplicando leyes que nos criminalizan y desde los grupos militares organizados por las empresas se producen agresiones y violaciones y en muchas ocasiones nuestro cuerpo tiene que sufrir toda esa violencia, incluso de parte de nuestros compañeros, pero no los culpabilizamos porque son parte también del pasado colonial que tenemos que ir despatriarcalizándolo al igual que a nuestro territorio.
¿Es duro continuar liderando la defensa del territorio?
Lo es, pero no podemos abandonar la lucha porque la mayor parte de nuestro territorio ha sido concesionado para proyectos mineros, eólicos, hidroeléctricos y a empresas madereras que extraen toda la riqueza.
Nosotras queremos sembrar la esperanza y también producir una alimentación sana desde el pensamiento humano con la agricultura agroecológica. Es nuestro aporte a los efectos del cambio climático que cada día más son fuertes en nuestras comunidades como demuestra el deterioro de cultivos y en la proliferación de enfermedades.
Las empresas no respetan las normativas y al mismo tiempo el estado reparte nuestros territorios sin consultarnos y sin dejarnos participar en proyectos que nos empobrecen. Para nosotras el territorio-vida y nuestro territorio-cuerpo son sagrados y queremos que nuestras hijas e hijos puedan gozar, aunque sea una milésima, de la Madre Naturaleza.
En mi vida personal he sentido miedo muchas veces. Nos ven como opositoras y eso es peligroso. Sabemos que nuestras hijas e hijos no tienen ninguna oportunidad de desarrollarse profesionalmente, y nos duele porque hay mucho talento desperdiciado.