¿Qué te empujo a dedicarte a la defensa del territorio?
La defensa del territorio implica temas muy diversos: medio ambiente, contaminación por derrame de petróleo y por la actividad de la industria extractiva, las hidrovías, la minería ilegal, la situación de las mujeres, titulación de las comunidades indígenas, persecución de líderes y lideresas de toda la Amazonía en general. Es decir, todas las vulneraciones que afectan la Casa Común y a las poblaciones amazónicas. Desde la Red Eclesial Panamazónica acompañamos esos procesos de lucha a la luz de la de la Iglesia, pero también con perspectiva de derechos humanos.
¿Qué fue lo que me hizo dedicarme a esto? Primero, por amor. Segundo, por formación. Y tercero, por opción. Por amor porque estudié un colegio pequeñito sin luz donde mis compañeras y compañeros eran indígenas. Vivíamos en armonía con la naturaleza. Pescábamos, los fines de semana íbamos al bosque a cazar, a recolectar. Cuando comencé mi formación superior me fui lejos, a la ciudad, a estudiar abogacía y mis compañeras y compañeros optaron por la defensa de su comunidad, de su pueblo. Coincidió en el tiempo con la entrada de hidrocarburos y de contaminaciones con más fuerza, con más violencia y empezaron las persecuciones a las personas que denunciaban esta situación. Y yo empecé a defender y muchos de sus casos. Así que al principio fue por compromiso con gente, por amor a mi pueblo. Y luego por opción. Yo quería volver a la Amazonía, quería volver a casa a trabajar en el tema ambiental y las comunidades indígenas.
¿Qué papel desempeñan las mujeres en esta lucha?
Las mujeres, desde mi experiencia en Amazonía, siempre han sido los que han estado ahí luchando. Ellas han sido soporte, son las semillas, son las que educan y las que se preocupan porque la familia esté bien. Hasta ahora nunca han estado en posiciones visibles y creo que es el momento de marcar precedente, de consolidarnos como mujeres, porque ante tanto desastre creo que tenemos la oportunidad de de ser la voz de ayuda y de esperanza.
En tu caso concreto, ¿qué dificultades has tenido que enfrentar?
Soy abogada y ser penalista y ambientalista en un sistema judicial machista como el de mi país es muy complicado. Tenemos que litigar en los pasillos y estamos sujetas a múltiples maltratos. En una comunidad también es complicado por el machismo, la exclusión, los “chismes”, y más con los medios de comunicación y las redes sociales. Ser defensora de la Amazonía en este contexto es muy complicado. Hay que tener mucha fuerza, pero esa fuerza nos las damos entre compañeras. Escuchar el testimonio de otras mujeres que están pasando situaciones similares te da fuerza para seguir en este camino. Mis compañeras son las que están en la lucha realmente, en la comunidad, donde las papas queman, donde se enfrentan día a día ser asesinadas, marginadas, excluidas, procesadas… Tienen que abandonar el territorio. Es todo “un paquete” de violaciones a las que nos enfrentamos las mujeres.
¿Qué le dirías a alguien que no conoce la Amazonía sobre la necesidad de defenderla?
Yo lo que les diría es que no nos miren de manera diferente. Somos ciudadanas de este planeta, de este mundo. También les diría que hagan un poco de análisis sobre lo que se está consumiendo, que hagan ese recorrido de dónde vienen los productos para tener conciencia de que las comodidades que se disfruta aquí es porque otras personas lo están pasando mal. Yo creo que hacer esas reflexiones de alguna manera cambia nuestra manera de ver y actuar.
En tercer lugar también les diría que todo está conectado. Lo que pasa en América Latina, tarde o temprano va a impactar de alguna manera en este mundo, en este mundo y viceversa. No quiero decir que sea responsabilidad del ciudadano común y corriente, pero las políticas están planteadas así. En el fondo es responsabilidad de los gobiernos. Y de la misma manera que los estados se juntan para pensar de qué manera se va a desarrollar cierto proyecto, nuestra respuesta también tiene que ser conjunta, porque entre todas podemos tejer más resistencia.