Por Yaneth Ortiz y María José Pinto.
Cuando nos visitaron en el marco del II Encuentro de Defensoras de nuestra Casa Común tuvimos la ocasión de conocer sus luchas y también la de las comunidades a las que acompañan. Ellas nos regalaron este relato que compartimos a continuación:
En los diferentes paisajes del departamento de La Guajira, la minería de carbón a cielo abierto ha dejado una marca imborrable en las vidas de las comunidades negras, campesinas y Wayuu. Sus voces se entrelazan con el eco de la tierra devastada, mientras enfrentan la amenaza inminente de la expansión minera. (…)Desde las entrañas de la tierra, emergen los lamentos de las comunidades afectadas. «Nuestra tierra ya no es nuestra, estar en otro territorio nos cambió nuestros usos y costumbres, nuestro tejido social se rompió y las practicas tradicional de las comunidades que fueron afectadas.», dice una Joven afro. «La minería ha secado nuestros ríos», denuncia un campesino. Las historias de despojo de tierras y destrucción ambiental son moneda corriente entre quienes han visto cómo sus hogares se convierten en canteras a cielo abierto.
Para las comunidades étnicas, la minería de carbón no es solo un problema ambiental, es una amenaza existencial. «El polvo negro lo cubre todo», susurra una mujer negra, mientras limpia el polvo de sus ventanas por enésima vez en el día. La contaminación del aire y del agua ha envenenado el entorno, afectando la salud y la subsistencia de quienes habitan en estas tierras.
A pesar de la adversidad, la llama de la resistencia sigue ardiendo. «Somos guardianes de la tierra, somos un roble», proclama un líder Afro. Las comunidades se organizan, se movilizan y alzan su voz en defensa de sus territorios y sus derechos. La solidaridad entre los pueblos se fortalece, tejida con hilos de resistencia y esperanza.
En el horizonte, la sombra de la expansión minera se cierne sobre comunidades como Cañaverales. «Nos quieren desplazar para abrir paso a la codicia, quieren conectar con la empresa minera de carbón que se encuentra en el Cesar y nosotros estamos en la mitad de su camino», menciona una mujer de Cañaverales. La incertidumbre y el miedo se apoderan de quienes ven amenazados sus hogares y sus modos de vida por la voracidad de las empresas extractivas.
Desde las profundidades de la tierra, las voces de las comunidades claman por solidaridad y justicia. «No queremos limosnas, queremos justicia», exige una líder Wayuu. Es hora de poner fin al saqueo de la Madre Tierra, de priorizar la vida y la dignidad de las personas sobre el lucro desmedido. Es hora de escuchar y apoyar a las comunidades en su lucha por un futuro sostenible y justo.
La minería de carbón en La Guajira es más que una actividad económica, es una crisis humanitaria que amenaza la vida y la dignidad de las comunidades negras, campesinas, Wayuu y de aquellas como Cañaverales, que enfrentan la amenaza inminente de la expansión minera.
“Ser indígena, afrodescendiente, campesina, líder, y de paso mujer, eso ya es un riesgo, no tendríamos por qué enfrentarnos a una labor de riesgo cuando vamos a exigir derechos” menciona una líder Wayuu.
Escuchar sus voces, compartir sus historias y unirse a su lucha es fundamental para impulsar un cambio real y construir un futuro donde la justicia y la solidaridad sean los pilares de la convivencia humana y con la naturaleza.
- Para profundizar sobre las realidades y casos de violaciones de los derechos humanos se puede acceder al III Informe Regional Panamazónico sobre vulneraciones de Derechos Humanos publicado por la REPAM. El informe, en cuya elaboración también ha participado Alboan, ha sido coordinado por Lily Calderón.